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lunes, 22 de agosto de 2011

Tetanalgesia


``Tetanalgesia” es un término acuñado para referirse al efecto calmante que les produce a los bebés ser amamantados, un hecho que parece haber sido suficientemente constatado por rigurosos estudios pero que aún no se conoce (o se permite) de manera generalizada.
El término fue creado por M. Merino Moína, que junto a J. Bravo Acuña elaboraron un interesante artículo que explica lo que significa esta palabra de nueva creación. Ambos son Pediatras del Centro de Salud El Greco de Getafe (Madrid) pertenecientes al Grupo Previnfad/PAPPS.
“Tetanalgesia” pretende expresar y definir el efecto de alivio y consuelo que provoca en el recién nacido y el lactante pequeño el mamar del pecho materno cuando sienten dolor. Es lógico pensar que se produce este efecto, llevado a cabo instintivamente desde los orígenes de nuestra especie y de otros mamíferos.
Y es que el hecho de contener físicamente al bebé en el regazo materno, proporcionándole calor, olor propio, protección y además un alimento dulce, disminuye los signos externos de sensación de dolor en los niños pequeños.
Sin embargo, a pesar de estas evidencias, de la ausencia de coste y de efectos secundarios nocivos, el amamantamiento para calmar los procesos dolorosos en los bebés no está incluido en las rutinas de procedimientos analgésicos habituales en muchas maternidades y centros de atención primaria.
Los autores reivindican la “implantación” del amamantamiento como acompañamiento a ciertos procedimientos dolorosos que se lleva a cabo en bebés de escasos días de vida (como la prueba del talón) y durante los primeros meses (y por qué no, años), como las vacunas.
Hacen un llamamiento a los pediatras para que permitan el amamantamiento del bebé en los procedimientos señalados y en todos aquellos que impliquen dolor para el bebé y sea posible el amamantamiento.
La tetanalgesia no es mágica, pero ayuda
Si no se ha extendido esta práctica, puede ser debido a que, como ellos señalan, evidentemente el dar de mamar al bebé no hace milagros para que el dolor desaparezca por completo, y el bebé, aun amamantado, probablemente llorará:
No hay magia: se le hace daño al niño y le duele. Pero es claro que así son menos los que lloran y en cualquier caso la participación de la madre lactante, en sí misma, justificaría su empleo y difusión. Éste es un aspecto a resaltar, ya que la tetanalgesia refuerza la lactancia natural
Aunque yo creo que sí es bastante mágico que con un acto tan sencillo les demostremos nuestro amor y aliviemos aunque sea un ápice su dolor.
Además, puestos a señalar ventajas de la tetanalgesia, se señala otra que podría ser importante ya que se da en los primeros días de vida del bebé, fundamentales para un buen establecimiento de la lactancia materna, cuando muchas madres aún se sienten inseguras.
Se trata del caso de la prueba del talón, que si se hace permitiendo a la madre amamantar al bebé se ofrece al personal sanitario la posibilidad de observar una toma de pecho, en la que pueden detectarse errores en el enganche o la postura, y aún en el caso de una técnica de amamantamiento correcta, será siempre un buen momento para reforzar a la madre y promocionar la lactancia al pecho.
Realizar esta prueba mientras el bebé está mamando es posible, como vemos en una fotografía que ilustra este interesante artículo, que también se detiene en explicar cuáles serían los pasos correctos para realizar el pinchazo en esta situación.
Podemos encontrar el documento que analiza el concepto de “tetanalgesia” en FAPap (Formación Activa en Pediatría de Atención Primaria), el plan de Formación Continuada de la AEPap.
Un interesante concepto el de tetanalgesia para referirse a esta efectiva y natural manera de calmar el dolor del bebé, dándole el pecho, que deberíamos reivindicar las madres y facilitar los profesionales de la salud.
Más información | Fapap

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cachorros humanos

jueves, 18 de agosto de 2011

Crisis o brotes de crecimiento


En el transcurso de la lactancia se pueden dar situaciones en las que se produce un desajuste entre la oferta y la demanda de leche.
Todos los bebés las experimentan a edades similares, lo que nos permite esperarlas y estar preparados para sobrevellarlas, aunque cabe señalar que las fechas indicadas son aproximadas, y pueden variar en función de cada díada madre-hijo.
A los 17-20 días de vida:
Es el momento en que más leche va a producir la madre en toda la lactancia, en torno al litro y medio por día.
El bebé puede haber sido muy regular desde el nacimiento en cuanto al número de tomas que hace. Hay niños que maman como un reloj cada equis horas desde el nacimiento hasta los 15 días de vida pero, llegada esta fecha, de la noche a la mañana aumentan su demanda de manera exacerbada. Sólo quieren mamar una hora tras otra, parecen negarse a dormir y sólo se calman mamando.
Si el niño ha recuperado el peso del nacimiento (en circunstancias normales, lo recuperan antes de cumplir los 15 días de vida) y la lactancia "ha funcionado" hasta ese momento, la sorpresa es mayúscula para la madre, pues el comportamiento del niño es desconcertante y le hace pensar que no tiene suficiente leche o que el bebé se queda con hambre, Si a esto se le une el hecho de que la madre nota los pechos blandos, la situación puede llegar a ser tensa y agotadora. Muchas mujeres dejan de dar el pecho en este momento para iniciar la lactancia mixta o abandonar la lactancia materna del todo.
La realidad es que los bebés necesitan aumentar la cantidad de leche que fabrica la madre y la única manera que tienen de hacerlo -recordemos que el pecho fabrica en función de la demanda- consiste en multiplicar le número de tomas, en pegarse literalmente al pecho de la madre durante 3-4 días. Una vez logrado el objetivo, el niño volverá a hacer tomas más espaciadas y la lactancia retomará su curso normal.
A las 6-7 semanas de vida
Hacia el mes y medio de vida, los bebés y sus madres viven la segunda gran crisis de lactancia. De nuevo, el niño necesita más volumen de leche y sabe perfectamente como conseguirlo, así que vuelve a aumentar el número de tomas. Este incremento de la demanda suele ir acompañado de una conducta alterada por parte del niño cuando está en el pecho: se pone muy nervioso, mama dando tirones, llora en el pecho, arquea la espalda (con el pezón en la boca), tensa las piernas.
Al parecer, en este momento también se produce un cambio en la composición de la leche, cuyo sabor varía significativamente y de forma transitoria. La leche tiene un sabor más salado, y a algunos niños no les gusta el cambio.
Al igual que en la crisis de los 17 días, una vez normalizada la situación, (lo que puede producirse al cabo de aproximadamente una semana), los niños recuperan el patrón de lactancia anterior a la crisis.
A los 3 meses
En general, se habla de la crisis de los 3 meses describiéndola como un momento en que:
El bebé ya no pide pecho tan a menudo, algo que la madre puede interpretar de diversas formas: no tiene hambre, no quiere comer o la rechaza.
El niño que antes se mostraba encantado de pasar largo rato prendido al pecho hace ahora tomas de escasos minutos.
La madre se nota los pechos blandos, lo que atribuye a una producción insuficiente de leche.
El bebé hace tomas caóticas, en las que se distrae por cualquier cosa y a menudo rompe a llorar al poco rato de haber empezado a mamar. Sólo parece mamar bien y tranquilo cuando está dormido.
El bebé engorda menos, lo cual es perfectamente normal pero puede reforzar la sensación de que pasa hambre.
El bebé se chupa el dedo o la mano entera casi con voracidad, lo que de nuevo puede causar alarma tanto si se interpreta como un signo externo de hambre, como si despierta el temor de que de más mayor "haga la pipa". Ambos temores son infundados.
A menudo, hay una disminución en la frecuencia de las deposiciones del bebé (si hasta entonces hacían caca varias veces al día, pueden pasar a hacer sólo una o incluso pasar varios días sin ir de vientre). Puesto que las deposiciones también suelen interpretarse como medidores de la ingesta de leche, la madre puede interpretar esta menor frecuencia en las deposiciones como señal de una ingesta insuficiente.
A consecuencia de todo lo expuesto, la crisis de los tres meses es a menudo el momento en que se inicia la suplementación con leche artificial y el abandono paulatino de la lactancia materna. La sensación de rechazo y de falta de leche se apodera de la madre, aunque en realidad lo que está ocurriendo es perfectamente superable si se entiende y se maneja de forma adecuada.
A los tres meses los bebés son expertos en el arte de la succión, y en una toma de escasos minutos pueden extraer toda la leche que necesitan.
A partir de los tres meses se producen granes cambios en su cerebro; las conexiones neuronales se multiplican a toda velocidad y su inteligencia, cada vez más desarrollada, les abre un mundo de sensaciones. Hasta los tres meses, su sentido de la vista y el oído es limitado, inmaduro y goza de una funcionalidad reducida. A partir de los tres meses, sin embargo, la visión mejora de manera espectacular y empiezan a ver más allá de la cara de su madre, por lo que se distraen por cualquier cosa a la hora de mamar: un cuadro colgado detrás de mamá, alguien que está sentado al lado de ésta, una mosca que pasa volando, el propio rostro de mamá, que el niño mira y a la que sonríe, el momento en que papá entra en la habitación... Y con el sentido del oído pasa lo mismo: si alguien entra en la habitación y habla, si la tele hace ruido, si pasa una ambulancia por la calle... la sana curiosidad del niño lo va a impulsar a dejar de mamar para oír qué pasa a su alrededor, y las madres se desesperan por ese comportamiento irregular y aparentemente displicente: "Mama en 5 minutos o menos, y en ese tiempo se suelta del pecho o se distrae mil veces. Eso si, por la noche mama de fábula y está mucho rato en cada pecho, como antes, sin soltarse ni ponerse a llorar".
Por si fuera poco, a partir de los tres meses los niños lloran al mamar. No bien empiezan a succionar, se ponen a bramar con desesperación. Esto no hace más que aumentar la angustia de la madre, puesto que se nota los pechos extremadamente blandos, tiene la sensación de que apenas produce leche y es posible que haya dejado de notar las subidas de la leche.
Otra combinación de factores que impulsa a las mujeres a dejar el pecho de forma precoz y no deseada.
La situación tiene una explicación lógica, y por supuesto la madre tiene leche suficiente y la capacidad para fabricar toda la que el niño necesite en un momento dado. Pero el cuerpo materno es muy sabio y modifica el sistema de producción de leche para optimizar el proceso. Ahora la glándula mamaria está preparada para fabricar la leche en el momento que el niño la requiera, y el cuerpo tarda sólo 2,2 minutos en desencadenar el reflejo de eyección y proveer al niño de toda la leche que le hace falta.
Lo cierto, sin embargo, es que los niños suelen mostrarse molestos con este cambio. Estaban acostumbrados a encontrar la cantidad de leche que ellos querían nada más ponerse al pecho, pero ahora tienen que succionar, esperar unos minutos y volver a mamar.
He aquí un símil que puede ayudar a entender el proceso: hasta el momento de la crisis, los niños comían en un buffet con servicio las 24 horas, y nada más sentarse a la mesa ya tenían la comida ante sí. Cuando empieza la crisis, el restaurarte mediocre se transforma en uno de lujo, hay que esperar al camarero, hay que leer el menú y esperar a ser servido, lo que se traduce en 2,2 minutos de espera, que les sienta muy mal durante el mes y poco que tardan en aprender que toca esperar 2 minutos para comer. La cantidad de leche que toman es exactamente la que necesitan, no hay problemas de fata de leche.
Todos los factores que intervienen en la crisis de los tres meses la hacen muy compleja, y si no se conocen los mecanismos por los que se produce, el resultado es un abandono precoz de la lactancia con la sensación equivocada de falta de leche o de rechazo por parte del bebé.
Consejos para superar las crisis:
Jamás, bajo ningún concepto, hay que forzar a un niño a mamar ni insistir demasiado para que tome el pecho, puesto que el resultado puede ser justamente el contrario y provocar un rechazo real donde hasta entonces no existía más que una crisis pasajera.
Cuando un niño está en plena crisis, puede resultar muy útil darle el pecho en penumbra y en silencio, puesto que cuantos menos estímulos externos haya, más tranquila será la toma.
No esperar a que el niño llore para ponérselo el pecho, pues es posible que para entonces su ansiedad se traduzca en desesperación.
Paciencia, mucha paciencia. Tal como ha llegado, la crisis se irá.