Categorias

jueves, 8 de diciembre de 2011

¿QUÉ ES LA “FUSIÓN EMOCIONAL”?

La fusión emocional es el  fenómeno por el cual madre y bebé comparten el mismo territorio emocional. Es decir que la  madre vive como propias las experiencias del bebé y el bebé vive como propias todas las experiencias pasadas, presentes y futuras de la madre.
En los terrenos emocionales no hay fronteras de espacio ni de tiempo y eso que a muchas madres de bebés recientes les resulta enloquecedor es simplemente porque tratamos de pasar a una lógica racional, y no buscamos comprender desde una lógica más sutil. Sería más fácil si nos ponemos la mano en el corazón en lugar de pretender explicaciones lógicas.
No hay fronteras entre el campo emocional de la madre y el campo emocional del niño. Son como dos gotas de agua dentro del océano, no es posible identificarlas separadamente. Comprender la presencia de la fusión emocional solo es posible si observamos más allá de lo terrenal, palpable y físicamente visible.
Dentro de la fusión emocional, todo lo que uno u otro percibe, ambos lo viven como propio, es por esto que se debe comprender que cuando el niño ha sido amamantado, tenido en brazos, acunado e higienizado y sin embargo continúa molesto, es hora de preguntarnos ¿Qué nos pasa? En lugar de ¿Qué le pasa? La fusión emocional se convierte así en un camino de autodescubrimiento, porque nos permite formularnos preguntas íntimas, verdaderas, llenas de sentido, en una dimensión espiritual tal vez nunca alcanzada con anterioridad
La fusión emocional es curativa, ya que el bebé llega al mundo físico trayendo noticias del mundo sutil, pero paradójicamente las puede transmitir solo en la medida en que sus necesidades inmediatas del mundo físico se cumplan con precisión
El bebé es incapaz de sobrevivir en nuestro mundo, sin ser asistido integralmente respecto a toda necesidad física y emocional.  Así que ese cuerpito, que ni siquiera puede sostener su cabeza, pero que como herramienta de supervivencia cuenta con una enorme potencia para succionar el pecho materno hace exactamente eso: succiona. Luego se va acostumbrando a los apabullantes ruidos y molestias de su enorme aparato digestivo que colma la mayoría de sus sensaciones físicas
El bienestar o el malestar hacen toda la diferencia en este tiempo mágico de todo ser humano.  De hecho algunos autores se atreven a afirmar que éste es el momento en que se divide la humanidad: entre quienes han recibido resguardo, contención y contacto corporal y quienes no.
Los mamíferos bebés cuando necesitan leche, la necesitan ya. La necesidad es inmensa, urgente, lo envuelven todo.  Cuando necesitan brazos, en el apuro por obtenerlo se les va la vida. Y cada pequeña necesidad es vivida como un tema de vida o muerte. Realmente es así, no hay lugar para la espera ni la indecisión
Por otra parte, para el bebé no hay mundo externo, no hay otro. Solo existe su propio deseo –que es la clave de su supervivencia- y la madre (que es vivida como su sí mismo) que provee y calma sus necesidades, permanentemente. Podríamos decir que esto se acerca bastante a la definición de bebé humano.
Cuando el bebé no obtiene lo que necesita, se desespera. Y a medida que va creciendo, va conformando una identidad en la que siempre sigue necesitando. El niño en lugar de ir apaciguando su voracidad, la va aumentando. Si no logra obtener leche materna, ni brazos, tratará de satisfacer sus necesidades a través de sustitutos. No importa que sustancias o alimento incorpore lo que importa es introducir algo, lo que sea, que lo calme.
Poco a poco, el acto de incorporar en si mismo se convierte en primordial. Y dirigimos todo nuestro interés en devorar lo que sea, lo más rápido posible, antes de que se acabe y sintamos la falta. Así es como el niño pide lo que sea, porque la falta está siempre presente porque no se atendió cuando era preciso. Usualmente pide lo que sabe que los adultos están dispuestos a procurar: juguetes, comida, jugos o golosinas. Pero nos desorientamos, porque aunque obtiene lo que pide, no se satisface, esto sucede porque a pesar de todo lo que incorpora, no logra satisfacer su necesidad original ya largamente olvidada
Las que ahora si son ya falsas necesidades irán en aumento. En nuestra sociedad de consumo se tornan muy difíciles de identificar, porque estamos en un sistema en el que creemos que necesitamos innumerables objetos de confort. Por lo tanto, cuando el niño pide y obtiene televisión o jueguitos electrónicos durante horas, no detectamos que algo funciona mal, ni siquiera cuando el niño siente que no puede vivir sin los objetos que desea, nos cegamos ante la realidad
Que sencillo seria cambiar los juegos de video por un paseo a solas padres e hijos. Si un niño, no completo la separación emocional aún hay tiempo de maternar, es decir, de fusionar.
Todo bebé siente que muere sin una presencia maternal. Si no hemos tenido más remedio que elegir desde pequeños la adicción como mecanismo de supervivencia, cuando somos adultos perpetuamos este modo de vincularnos a los objetos o a otras personas, sintiendo que sin la incorporación o el usufructo de la sustancia o la situación elegida, nos morimos y cuando la incorporación de lo que sea es desesperante, estamos hablando de adicción. Hay adicciones más fáciles de reconocer, como la adicción al cigarrillo o al alcohol. Otras menos detectables como la adicción a la comida, al azúcar o a los psicofármacos y otras aún más invisibles como la adicción al reconocimiento social, al trabajo, al éxito o al confort
Sin embargo la adicción no se combate porque no es posible luchar contra una necesidad primaria. El problema de la adicción es que permanecemos prisioneros de una necesidad infantil. Es imprescindible comprender que incorporemos lo que incorporemos, ya no obtendremos mamá. Esa es historia antigua que merece una profunda comprensión y un delicado trabajo de sanación.
Si el bebé encuentra refugio y el cuerpo de su madre permanentemente disponible, el paso del tiempo no será una desventaja, como no lo era en la época intrauterina ya que simplemente se siente bien.  El bebé puede vivir en el eterno ahora, pegado al cuerpo de su madre, en un estado de beatitud.
Al abandonar la más completa hospitalidad que ofrece el útero materno, necesita llegar a un sólo lugar: los brazos de su madre. Durante millones de años los bebés recién nacidos han mantenido un estrechísimo contacto corporal con sus madres. Y aunque en los últimos siglos los bebés estén siendo privados de esta invalorable experiencia, cada nuevo bebé que nace espera encontrarse en ese mismo lugar.
El niño amparado y fusionado sabe que obtendrá lo que necesita. Esa es su experiencia cotidiana, que se repite a cada instante y que  conforma una rutina sin violencia ni sobresaltos. La seguridad interior se establece y posiblemente ya no se mueva nunca más de las entrañas de ese ser. Sentirse seguro, amado, tomado en cuenta, estable y con total confianza en sí mismo y en los demás, es obviamente el tesoro más preciado para el despliegue de su vida futura.
Si un niño por ejemplo de tres años  pide que su mamá lo alce en brazos, es porque lo necesita. Si ya no es adecuado para su edad, no importa, aparentemente lo sigue necesitando, tal vez no lo obtuvo suficientemente cuando era aun más pequeño.  Los niños son capaces de reclamar lo que precisan.  Generalmente  requieren presencia, caricias, cercanía con el cuerpo de sus padres, mirada, atención y dedicación. Eso es todo y es muy simple darlo.
Un niño no pide lo que no necesita. A medida que pasan los años, esas necesidades no satisfechas siguen operando con la misma intensidad que en sus comienzos. Pero los adultos estamos cada vez menos dispuestos a comprender los mensajes, sobre todo repitiendo la frase ya eres grande para eso y de esa manera desestimamos la necesidad de nuestros hijos.
Los bebes mientras permanecen en el útero materno, oyen los latidos del corazón de su madre, su voz, las voces de otras personas y ruidos del entorno.
En buenas condiciones, el bebe puede soportar e integrar estas nuevas sensaciones  con serenidad y placer.
El niño amparado y fusionado sabe que obtendrá lo que necesita.
La seguridad interior se establece y posiblemente ya no se mueva nunca más de las entrañas de ese ser. Sentirse seguro, amado, teniendo en cuenta, estable y con total confianza en sí mismos y en os demás.
A lo largo de toda la infancia, es decir hasta los catorce  o quince años, los niños son capaces de reclamar lo que precisan. Generalmente requieren presencia, caricias, cercanía  con el cuerpo de sus padres, mirada, atención, y  dedicación. Eso es todo.
De la primera infancia, mas todas las técnicas de respiración y meditación, las técnicas corporales de todo tipo. Utilizando  cualquiera de ellas, necesitamos regresar, porque regresar es entrar una vez más en fusión emocional.la fusión emocional cura.la fusión emocional sana.
Podemos facilitar la conexión con el bebé de las siguientes maneras:
*      Olvidarnos de los relojes.

*      Usar portabebés o algún sistema cómodo que nos permita tener al bebé en brazos sin tanto esfuerzo físico.
*       Delegar todas las tareas posibles, respecto al cuidado de niños mayores o a las tareas domésticas.

*      Pensar que estamos de vacaciones y que solo daremos prioridad al placer.

*      Dormir con  el bebé.

*      Pasar  momentos a solas  con el bebé, sin otros niños y fuera de la observación de otros adultos.

*      Pensar  que cada instante que el bebé no está sobre el cuerpo de su madre, tiene la vivencia de “no mamá”.

*      Hablar con el bebé utilizando palabras simples, contándole todo lo que nos sucede, aunque sea algo doloroso o difícil.

*      Si trabajamos, al llegar a casa, sacarnos la ropa que hemos usado y vestirnos con ropa cómoda o incluso desnudarnos y meternos en la cama con el bebe.

*      Si trabajamos, permitir que el bebé “recupere” el tiempo perdido.

*      No compartir con los demás el modo en que nos vinculamos al bebé. Esas decisiones forman parte de nuestra intimidad.

No hay comentarios: